En una de las esquinas del centro de Madrid se encuentra un rincón con una arquitectura afrancesada de remates art deco.
Una decena de instalaciones –entre piezas históricas, esculturas, pantallas táctiles y piezas de videoarte– . Una instalación proyecta colores y texturas sobre el bolso en blanco con una precisión de un hiperrealismo digno de un sueño; un holograma de ocho minutos de duración condensa las ocho horas de trabajo necesarias para crear un Amazona; y una gran pieza escultórica, obra del artista Jordi Díez, reinterpreta ya en el escaparate de la tienda el bolso en acero y dimensiones colosales.
En el centro de todos ellos, un árbol. El árbol. Fabricado a base de retales de diferentes pieles –texturas, colores, acabados– completa una experiencia que comienza con la vista, sigue con el oído y culmina con el tacto. Y que dispara al instante la imaginación.
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